A veces la vida trae de nuevo libros que siempre pensamos que volveríamos a leer. Lo que no suele ocurrir es que el tiempo devuelva la lectura con un bonus especial. Es el caso de A veces la vida, de Esmeralda Berbel, editado en Salto de página, que cuenta con tres nuevos relatos que le dan un giro muy especial al conjunto del libro. En su vida anterior se tituló Interiores, y tuvo la suerte de contar con el prólogo de una escritora y crítica literaria de lujo: Anna Caballé. Te lo mostramos porque merece una mención especial. Otro bonus para la versión más actual.
¿Te parece que mi vida es importante?
Esta es una de las preguntas que, con un punto de ansiedad, le dirige una de las protagonistas de A veces la vida a Esmeralda Berbel, prodigiosa oidora de historias ajenas, después de avanzarle alguna de sus experiencias. No es una pregunta baladí, todos nos la formulamos a nosotros mismos, también a los demás, deseando que la respuesta sea afirmativa. Que nos digan, o nos digamos, que sí, que nuestra vida, finalmente y a pesar de todos nuestros tropiezos y errores, es o ha sido importante. ¿Qué sentido tiene que no lo sea? Para el ser humano es difícil de aceptar cualquier otra cosa porque significaría la insignificancia y a nulidad. Pero se trata de una importancia que poco tiene que ver con el éxito o el fracaso social; más bien está relacionada con la profunda, íntima aspiración a ser reconocido por el Otro.
Afirma Tzvetan Todorov que Aquiles –el hombre que prefirió la gloria a la vida- no solo es el primer héroe del que tenemos noticia, sino que también podemos considerarlo como el primer representante auténtico de la humanidad, porque funda su vida en un valor que es superior a ella. La trascendencia de la vida, el saber que de algún modo nuestra experiencia tiene, o puede tener, una utilidad para alguien, es suficiente. Y en eso están los conmovedores personajes que escriben, sin saberlo, este libro maravilloso, donde toda experiencia, por dura que sea, tiene su lugar y está contada sin victimismo: la drogadicción, la cárcel, la transexualidad, el gusto por el sado, la enfermedad, la lucha por dejar atrás la pertenencia a una secta, la prostitución, el cambio de sexo, los abusos sexuales… Pero, por encima de todo ello, la idea-fuerza del libro es la conmovedora soledad de unos verdaderos y reales supervivientes. Pablo, Manuel, Lola, Candela, Jana… No todos han querido dar su nombre real, pero, no importa, son los protagonistas indiscutibles de su propia historia, en la que, más allá del sufrimiento, la marginalidad o la decisión equivocada, ellas y ellos luchan por ese reconocimiento sin el cual la identidad no existe. Para que nosotros sepamos quienes somos, al menos necesitamos que en el mundo haya otra persona que nos mire y nos pueda reconocer, que nos escuche, que nos ame. Y ahí está Esmeralda Berbel escuchándolos, admirando su historia.
La sombría descripción que hace Darwin de la evolución humana como una incesante lucha por la vida en la cual el fuerte vence al débil y tiene, al menos, un momento de paz: el encuentro físico de un hombre con una mujer, de una mujer con un hombre. El ser humano no es fruto del combate o de la lucha por el dominio del Otro, sino que es el resultado de un momento, por efímero que sea, de reconocimiento. Y la consecuencia de ese encuentro puede ser la génesis de ese nuevo ser. Del binomio hombre-mujer surge entonces un nuevo binomio madre-hijo al cual el padre deberá añadir, con el tiempo, su propio e imprescindible lugar. Desde pocos días después del nacimiento, el hijo buscará ansiosamente captar la mirada de su madre. La simple mirada materna le supone al niño una alegría enorme y aprende a sonreír, a dar pataditas en el aire, a mover los brazos para manifestarla. Porque esa mirada materna dirigida a él, y solo para sus ojos, confirma su propia existencia y, más allá de la alegría, para el bebé significa al paz. Su primera experiencia intrauterina de la homeostasis. La primera herramienta de que dispondrá en su largo y complejo trato con el mundo. La vida a veces, sin decirlo explícitamente, parte de esta situación originaria, o la busca, y analiza por qué tantas veces se estropean las cosas y el individuo acaba sintiendo que no pudo disponer de esa primera herramienta (el amor materno) en la medida que lo necesitaba, o la perdió demasiado pronto, o bien el amor se confundió con la tiranía emocional, o bien el padre no pudo o no supo estar en su lugar, o bien…
En cualquier caso, este libro habla de las dificultades y los extravíos de esos doce maravillosos seres que tuvieron la mala fortuna de conocer el conflicto demasiado pronto. Esmeralda Berbel, pertrechada con su propio sentido de la épica, quiso saber cómo fue que se torcieron sus vidas y cómo fue que, al mismo tiempo, siguieron adelante. Las doce entrevistas están concebidas como parte de esa épica transformada en poética: “No he grabado en ningún momento -dice Berbel-, así ellos podían parar, pensar, repetir, rectificar… La lentitud dela escritura creaba un clima propicio. Solo he cambiado algunos nombres y localizaciones porque me lo pidieron”.
Los doce monólogos construidos fielmente por la escritora, experta en literatura testimonial, se leen sin aliento, como distintos capítulos de una posible comedia humana, transmitiéndole al lector una memorable impresión de autenticidad. Esos doce monólogos, lejos de encerrar a sus protagonistas en su propia infelicidad, sirven para abrir su experiencia al mundo, que todos podamos pensar en ella y comprender mejor el mundo que nos rodea. “¿Te parece que mi vida es importante?” Sí, claro, cómo no, y es que Esmeralda Berbel ha obrado el prodigio de que yo te conozca.
Anna Caballé es escritora y crítica literaria, especializada en la escritura autobiográfica, y profesora universitaria.